Dadas las recientes lluvias intensas, que espero quienes leen estas columnas no hayan tenido graves problemas con eventos climáticos en ciudades no preparadas lamentablemente para manejarlos nunca bien, desde lo material a lo profesional y con medidas reactivas y no proactivas; resulta un contexto muy complejo regular el uso de pantallas en nuestro niño/as y jóvenes. Se incrementa además el miedo, la eco ansiedad (Sapianis, 2023), que da cuenta de sensaciones catastrofales de que el “mundo se va a acabar y nada de lo que haga, ya vale la pena”. Estas narrativas, si bien son válidas, dado el contexto de permanente incertidumbre que estamos habitando, desde lo económico, político, ambiental y social; no sirven para vivir y menos para quienes estamos a cargo de niño/as y jóvenes, siendo casi un imperativo ético, el efectuar, en la medida de los posible, una parentalidad y crianza respetuosa.
En este escenario, primero, no caiga en narrativas de desesperanza, a pesar del contexto, ya que nuestros niño/as a cargo las escuchan y se impregnan de éstas. Si está en una situación de real complejidad física y psicológica, producto del temporal, pida ayuda de adultos e instituciones, no se refugie en sus niño/as, quienes no podrán contenerla, no porque no lo/as quieran, sino porque están en la infancia y no cuentan aún con las competencias para hacerlo.
Segundo, si se encuentra con vivienda, trabajo y abrigo, además de dar las gracias; piense que esto que ocurre es una contingencia, una situación de excepción que ya irá pasando. Humildemente, le sugiero no estar “pegado/a” a la TV usted y su familia, ya que esto sólo generará más ansiedad y menos aportará a una más saludable resolución de esta crisis a nivel familiar. El estar escuchando todo el día relatos de tragedias sólo resulta en incremento de tristeza. Puede escuchar fragmentos o trozos de noticias durante el día y luego, junto con su familia, agradecer su situación y ayudar de alguna forma a las personas que sí lo necesitan.
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Por otra parte, si es profesor o profesora o tiene niño/as o jóvenes en etapa escolar, no se sienta extraño/a si reaparecen sentimientos de desesperanza, la memoria emotiva nos recuerda el confinamiento y lo “mal que lo pasamos” la mayoría de las personas. Si esto le ocurre no se sienta enfermo/a, es normal en esta situación, donde es muy reciente la anterior pandemia y confinamiento... el “déjà vu” es normal, pero no, no es lo mismo que antes.
De esta forma, en una situación como la que estamos viviendo, es mejor pensarla desde el concepto de crisis no normativas, desde la clásica conceptualización de las mismas, que alude a ventos que no sentimos que no podemos controlar... pero pasan. Para transitar por esta crisis mejor, insisto en la importancia de las redes de apoyo y si mi hijo/a tiene menos acompañamiento de mí, como adulto, en el uso de pantallas, no importa, saber y explicar que es una situación de excepción.
Recuerde que, así como las narrativas dominantes se transmiten y comparten (Whitte y Epston, 1993), también relatos alternativos de empatía y conductas de gratitud o prosociales también... ¡seamos un temporal que genere más prácticas en esta línea de bienestar, desde el auto y el co cuidado!
